Más allá del debate sobre los puntos que son ventajosos o perjudiciales para México en el Tratado entre México, Estados Unidos, y Canadá T MEC la pregunta que vale la pena plantear es si en realidad ayudará a impulsar la tan ansiada modernización del país. México es el principal socio comercial de Estados Unidos y el tercero de Canadá, mientras que para nuestro país Estados Unidos es el principal socio y Canadá el cuarto. Para dimensionarlo, basta decir que en 2019 Norteamérica significó 65.57% del valor del comercio total de México con el mundo.
Autor A.A. Luis Viñals, Director General en Global Agentes Aduanales y Asesores en Comercio Exterior
En parte, gracias a la entrada en vigor del TLCAN, el comercio entre estos países ha incrementado considerablemente. Así, el valor de las exportaciones de México a Estados Unidos ha crecido 618% de 1994 a 2019, mientras que los envíos a Canadá han subido 842% en ese mismo lapso, según cifras de la Secretaría de Economía. Siendo México una economía tan dependiente del comercio internacional, evidentemente esto tendrá un impacto muy dramático en lo que se refiere al comercio y actividad económica.
Pese a que el panorama que conlleva el T MEC se presenta como propicio, en realidad se inaugura dentro de un clima muy tórrido. Las contracciones del PIB estimadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para este año a causa de la pandemia de COVID-19, -8% en Estados Unidos, -10,5% en México y -8,4% en Canadá, se suman a una baja esperada del volumen de comercio mundial y una pérdida de puestos de trabajo en los tres países.
El FMI ha dicho que el T MEC, no compensará del todo en los próximos dos años la contracción en inversión y el impacto de la pandemia. Aunque debemos apuntar que las diferencias comerciales entre China y EUA, y la pandemia, perciben oportunidades importantes para México, en el marco de una tendencia interna hacia el adecuado desarrollo en cadenas de valor.
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Dentro de lo más relevante están las disposiciones del pacto en materia de trabajo y medioambiente contribuirán a que México modernice tanto su economía como su fuerza de trabajo e instituciones en la siguiente década.
Las reglas relativas al comercio, la inversión y la propiedad intelectual, así como los mecanismos para la resolución de controversias, están consignadas en un convenio internacional, por lo que no dependen en exclusivo del gobierno mexicano.
Los mecanismos de respuesta rápida para resolver controversias, el arbitraje internacional, el envío de los llamados agregados laborales y ambientales estadounidenses a México y la decisión de asignar la carga de la prueba a la parte acusada de violar el acuerdo en vez de a la víctima, deberían garantizar que los trabajadores mexicanos disfruten derechos que nunca antes han tenido en la vida real.
México padece un decremento económico serio y no podría lograr un repunte sustantivo por su cuenta. La experiencia sugiere que no. Este acuerdo bien podría ser equivalente a lo que hace más de 30 años representó en el ámbito militar, social y económico la Comunidad Económica Europea. Además de derechos de los obreros, el T MEC también establece reglas ambientales, pero desgraciadamente en nuestro país se apuesta aún por obsoletas formas de energía.
Un buen ejemplo tácito de las grandes modificaciones al TLCAN es la industria automotriz mexicana, que emplea a casi un millón de trabajadores, y ha colocado al país entre los mayores fabricantes de automóviles del mundo.
Las organizaciones obreras en la industria automotriz son sindicatos, que en promedio, los salarios son de menos de 500 dólares mensuales, una cantidad terriblemente baja dados los niveles de productividad en Estados Unidos y Canadá.
Por eso los negociadores de esos dos países insistieron en incluir en el T MEC una cláusula para exigir, por poco viable que parezca, que el 40% de cada “vehículo de América del Norte” se fabrique con mano de obra que gane por lo menos 16 dólares por hora. Por si fuera poco, las disposiciones del pacto que establecen el requisito de mayor contenido de partes de América del Norte en los vehículos fabricados en lugares con acceso a acero libre de impuestos para fabricarlos podrían causar daños considerables a la industria en México.
Por desgracia, una de las ventajas comparativas de México en la competencia internacional para obtener inversiones y generar empleos siempre ha sido la mano de obra más barata, además de los sindicatos serviles y las protecciones ambientales laxas en la práctica, aunque la legislación sea estricta. Si esta situación se diera en el marco de una economía floreciente en Estados Unidos y fuerte en México, sus consecuencias serían más moderadas.
El problema esencial es de carácter nacional, en donde las decisiones del poder Ejecutivo inspiran intranquilidad en la comunidad global empresarial y de continuar esta línea no medible en el corto plazo, el T MEC por sí solo no va a cambiar las perspectivas que tenemos casi todos de otro año de crecimiento bajo (que representó un descenso de 53.5% a tasa anual, su mayor caída desde 1985, cuando se tienen registros), siendo este el pistón adicional que nuestro México tanto necesita.
El T MEC no aborda de manera directa el tema de la migración para que las personas tengan facilidades para trabajar en uno u otro país, eliminando las fronteras.
Aunque el acuerdo trilateral busca que los trabajadores, en particular, los mexicanos cuenten con mejores salarios, no existen medidas que permitan facilitar la migración y evitar la violación de derechos humanos.
Temas como visas humanitarias o permisos especiales para que los llamados “sin papeles” puedan ser considerados como personas, con el derecho a cambiar de residencia y desplazarse sin ninguna restricción, no aparecen.
Este nuevo tratado comercial que incluye nuevos capítulos relacionados con el comercio digital, medio ambiente, competitividad, anticorrupción, buenas prácticas regulatorias, y pequeñas y medianas empresas, volvió a ignorar los problemas de migración.
Tampoco se establecen acciones conjuntas para evitar que grupos delictivos abucen de quienes carecen de documentos. Este pacto trilateral no contempla acciones ni medidas para atender la raíz de la migración y buscar que los pobladores de México y Centroamérica mejoren en sus lugares de origen su calidad de vida y se deje en segundo término el deseo de salir a buscar trabajo en Estados Unidos o Canadá.
El T MEC solo tendrá éxito en la medida en que los tres gobiernos demuestren compromiso, participación y respeto a los marcos legales regulatorios, a la par de brindar certidumbre a la inversión. Esto en convergencia clara entre empresarios y gobierno actual, como mejor carta de presentación ante el inicio de esta nueva era para Norteamérica. Si se lograra, este país tiene la gran oportunidad de posicionarse como el mejor proveedor de un mercado de 490 millones de consumidores.
Las empresas con capital de Estados Unidos instaladas en México afirmaron que el T MEC es un gran habilitador de los negocios y por ende inversiones a largo plazo solo si este país se blinde en decisiones consensadas, contemporáneas y medibles emparejadas al ritmo y plena cohesión con los líderes del comercio global. Aunque el T MEC podría haber sido mucho mejor para México, no deja de ofrecerle al país una oportunidad: la modernización en áreas significativas de la vida nacional.
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